Déjame que hoy te agradezca uno a uno todos esos momentos que hemos vividos juntos. Los recuerdo todos. Brillan como la luz de aquella madrugada, cuando nos conocimos. ¿Recuerdas? No había casualidad alguna, solo causas y efectos. Momentos lejanos pero muy claros en mi firmamento.
Un día decidimos conocernos. No podía desperdiciar la oportunidad de acercarme de nuevo al mar. Ese paseo por la arena de la playa, me recordó otros maravillosos momentos, otros pasos, otros paseos, otras manos… con ella, ¿cómo no? Los echaba tanto de menos. Hacía tanto tiempo.
Hoy vengo a recordarte a ti, que con tu luz y ese torrente de cariño, me hiciste sentir vivo, me hiciste revivir y darme cuenta de que aún sigo aquí. Hiciste que me sintiera querido y, con tu sonrisa abierta y franca, recordé lo bello que es vivir.
Pies descalzos para sentir el agua tibia de la orilla, mojando la piel, acariciando el deseo. El corazón abierto para mirarnos lejos, directamente a los ojos, bien adentro. Me impresionaron tus ganas y tu forma de dejar de lado tus penas, para volar casi sin alas. Las desplegaste con una sonrisa, como salida de la nada, con ese brillo en los ojos que tan bien te sentaba. Y cómo volabas después, de nuevo, con las mismas ganas de una chiquilla, con la alegría de esa niña que se te transparentaba.
Tienes una luz en la mirada, sensual y decidida. ¿No es acaso tu sonrisa una invitación a esa danza que cura heridas y hace de la piel un mar de caricias, versos y bienvenidas?
Y conseguiste cambiar mi día.
Desde entonces, no quiero parecer serio porque, en realidad, mi corazón es alegre y desea sonreír despreocupado. No me hace falta justificarme, no merezco tanto acantilado. Solo me debo a mi, sin dejar que el mundo me aplaste con sus vanidades.
Merezco estas alegrías y no aquellos vacíos. Ya dije adiós a la tormenta, solté todo el lastre y di la bienvenida a la alegría, esa vieja amiga, que espera con infinita paciencia, a que me reúna de nuevo contigo.
«no merezco tanto acantilado»… Uuuf, pedazo de frase, Jose Luis!!!
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Cuando uno mismo se encierra y limita sus pasos, acaba por encontrárselos Toya. Pero hay que caminar y seguir adelante. Siempre junto al mar. Abrazos !!
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Inmensa tu introspección José Luis. Solo no entendí el final….Un abrazo.
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Gracias Olga. De corazón. Se entenderá. Ya lo verás.
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