Sentado al borde del mar.

Al pasear, al moverme, al vaciar, al acariciar mi mundo, al sentir…. al vivir al fin, cuando no me estoy quieto, limitado por mis dudas y mis cavilaciones, siempre acabo encontrando el punto de vista que necesito.

Normalmente, consigo llegar a balcones secretos con vistas al mar, observatorios mágicos donde las olas acarician, infinitamente, sin descanso, como el mejor amante, la arena de las playas. Olas de esas que imaginan en su murmullo, letras, palabras y respuestas a las razones, a las miradas, a las dudas, a las caricias, a las pasiones. Las vividas y también, cómo no, las deseadas.
Al acercarme al mar tropiezo con miradores privilegiados, lugares que solo yo conozco, llenos de luces, de contrastes y oscuridades. Bañados de colores. Pequeños rincones. Desconocidos tesoros.
Cuando camino junto al mar puedo acabar sentándome a disfrutar de mi respirar, de la paz, de la pasión, de la luz y de la salada calma de su olor. Puedo sentarme a escuchar, ola a ola, los versos que escribe el mar, día a día, en mi alma inquieta, en mi piel, al borde de mi corazón.
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4 respuestas a Sentado al borde del mar.

  1. M. AN. dijo:

    Una d las cosas q más m relajan es mirar al mar con su ir y venir d olas

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