Oda a la belleza

No hay espejo que contenga su imagen.

Nefertiti —esculpida, detenida, intacta—

conoce un secreto que el tiempo no ha conseguido arrancarle.

Su perfil, tallado en piedra oscura, no desafía: sugiere.

No impone: respira.

Es la belleza sin fecha.

No aquella que grita, sino la que calla

y permanece.

Otros ojos, pintados y delineados por manos que ya son polvo,

nos observan desde vitrinas selladas.

Verdes, profundos, cargados de un kohl que no ha cedido al olvido.

¿Es maquillaje o es escudo?

¿Es ornamento o advertencia?

Fuera, el sol proyecta nuestras sombras sobre las escaleras de piedra.

Somos pasajeros. Ellos, permanencia.

Nos inclinamos ante la luz que cae desde la cúpula,

donde el oro y la geometría se abrazan en silencio.

La lámpara no alumbra: canta.

Y todo, todo este viaje, es un homenaje.

A ella.

A lo bello.

A lo que no necesita explicación para ser verdad

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