Abrí las manos

Abrí las manos.
Tenía que ver qué había estado sujetando tanto tiempo.
Solo quedaba un rastro de luna,
y un cielo deshecho en silencio.

Lo que quedaba de aquella caricia
lo robó el tiempo.

Ahora, con las manos vacías,
el corazón en calma,
la vida llena de latidos nuevos,
de esa paz que recoge el viento,
horas enteras de amor en vuelo.

Manos abiertas,
libres de lastre,
presagian el viento
y el lugar donde habrán de posarse.

Ya no tiemblan vacías,
ahora respiran espacio,
y en ese hueco infinito y tranquilo
cabe entera la esperanza de un nuevo día.

Abrí las manos,
y entendí que en su vacío cabía todo:
mi presente en calma,
la esperanza de haber aprendido,
y la certeza de que nunca más
se cerrarán para retener,
sino sólo para abrazar la vida.

Esta entrada fue publicada en Alma y etiquetada . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario