No siempre habláis
pero estáis.
En la lectura lenta,
en el regreso,
en la espera sin ruido.
La amistad no es llamar a la puerta,
es saber que hay luz dentro
aunque no entres hoy.
Es volver a un verso
como quien vuelve a un banco del parque
y encontrarlo intacto
aunque haya pasado el tiempo.
Gracias
por ese gesto sencillo y raro:
quedarse.
Leer.
Compartir sin pedir nada.
Si escribo
es también porque estáis ahí,
del otro lado de las palabras,
sosteniendo el hilo
cuando yo dudo.

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