Me fascina el empeño de las amapolas en cubrirlo todo de un manto de primavera, en transformarlo todo, con la pasión del rojo, en algo bello. Vistiendo prados y campos, el margen de los caminos, cualquier rincón perdido, hasta el más pequeño trozo de tierra, en un hermoso rincón en el que dar contraste, orgullosas, con ese rojo amapola, que nos recuerda que ha estallado la estación de las flores y que la sangre altera.
Y ellas lo hacen con la determinación de que el rojo le sienta bien a todo. Le sienta bien al verde del campo, al azul intenso del cielo, al anaranjado del paseo de tu mano al atardecer, al gris del que quedó teñida mi alma el pasado invierno, al marrón de la tierra empapada de la lluvia de abril. Una tierra ya calada de vida que está ahí abajo, deseando salir a proclamar que sigue aquí, que solo dormía, que nos invita a salir, a vivir.
Me emociona entender que hacen todo esto a sabiendas, rodeándonos de belleza, vistiéndonos de hermosura. Como si nos hiciera falta un traje nuevo, un recordatorio intenso, así, de color rojo, para alejarnos de todos esos pensamientos de lunes, de esas ideas lejanas del invierno, frías, de aquellos rincones oscuros de nuestra mente, para llenar los corazones vacíos de pétalos rojos, de pasión por la vida, de color y de la luz intensa del sol que nos hace resurgir.
Son efímeras las amapolas, si. Pero son el canto más breve y puro de la primavera, el murmullo dulce de la vida al latir.
Rojo corazón.. A mí también m gustan las amapolas salpicando d color el campo igual q m gustan los campos d lavanda o d tulipanes.. Color, alegría y vida 🙂 Abrazos d luz
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Abrazos de luz Mamen
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