El corazón me late fuerte
cuando veo tu barca
acercase a mi playa.
O quizás sea yo,
que acercó ese brazo de mar
a tu estela azul y dorada,
peinada de espuma blanca.
Las palabras alcanzan
esos rincones del alma
que no se airean con nadie más,
solo con quien de verdad te acompaña.
Al final dejan de sonar,
se esconden tras el ruido
de aquellos silencios,
y acaban por oírse
solo dos corazones
saltando juntos,
paso a paso,
risa tras risa,
mirándose,
latido tras latido.
Y, de repente,
todo tiene de nuevo sentido
y la vida vuelve a sonar
como una sinfonía
como un pálpito desbocado
que me deja sin respiración
cuando las olas
acercan tu barca
a mi playa
y yo, ya no me siento perdido.
Debe estar conectado para enviar un comentario.