Solo a los que les importas sabrán escucharte cuando guardes silencio.
Habían quedado en aquella cafetería. A él le encantaba, no solo por el olor que desprendía el café y la bollería que preparaban, sino porque le traía recuerdos ondulados de algunas mañanas de domingo, cuando se acercaba a comprar unas cuantas pastas para llevarlas a casa y desayunar juntos. Recordaba las risas cuando el chocolate se quedaba en la comisura de los labios o en el bigote. Eran aquellas mañanas que se teñían de cariño, risas y paz; aquellas mañanas que tanto le gustaban.
Todo eso evocaba aquel sitio y a todo eso le sabía aquel café.
Hacía varios días que no pronunciaba palabra, que no hablaba con nadie. Era cierto que disfrutaba con su soledad, que cada minuto de silencio cómplice, era un lingote de felicidad compartida consigo mismo. Aunque ahora, después de meses de vivir sumergido en su universo, le apetecía volver a verla de nuevo y que le contara todas sus cosas. Le apetecía sentarse frente a ella y escucharla cuando notaba como, poco a poco, se relajaba y charlaba por los codos mientras miraba su smartphone e iba respondiendo a otras personas. Él solo quería saber de ella, estar con ella un rato y disfrutar, nada mas. Podía compartir ese momento con otros.
A estas alturas no importaba que hiciera casi una hora que la esperaba. Siempre llegaba tarde. Mientras esperaba, el sol empezaba a atemperar la cristalera y abrigaba, como un tibio manto, aquella mañana. Intentaba no estar demasiado nervioso, respiraba profundamente de vez en cuando para relajarse y no estar mirando constantemente la hora.
Cualquiera que se hubiera fijado en él, se habría dado cuenta que se secaba los ojos cuando se dio cuenta de que había pasado ya más de una hora y temía que quizás no viniera. Cualquiera se habría dado cuenta de que dudaba si irse o no y que casi se levanta en varias ocasiones. Cualquier se habría dado cuenta, pero nadie le miraba.
Cuando ya pasaba una hora larga que esperaba allí sentado, apareció ella y, de repente, la tristeza se había esfumado, todo había quedado olvidado.
En un momento, ya estaba ella haciéndole sonreír de felicidad borrándolo todo. Así le hacía sentir, feliz, simplemente, cuando estaba con ella.
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