Y aún hay quien se pregunta por qué, a la costa en la que vivo, la llaman Dorada.
Te regala atardeceres tremendos que lo envuelven todo durante unos breves momentos y que, al cubrirlos de silencio, están listos para que los atesores juntos a tus más bellos recuerdos.
Quizás fuera por eso que hoy te recordaba y me preguntaba dónde estarías y si alguna vez te acordabas de alguno de aquellos atardeceres que inventamos para nosotros dos.

© José Luis Afán de Ribera
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