Hay cielos que incitan al vuelo. Si te paras un momento a disfrutar mirándolos casi seguro que podrás notar ese cosquilleo en la espalda que seguro que recuerdas. No es nada extraño, no te inquietes, son tus alas que se quieren desplegar para alzar el vuelo. Es la intensidad de esa alma que llevas dentro que se quiere despertar contigo cada mañana.

Fotografía cedida por José Luis Francisco. Amanecer sobre el mar en Vilanova y la Geltrú
Si te dejas llevar – déjate, por favor – notarás como se estira tu sonrisa, sin apenas darte cuenta. Verás como se abren tus alas para salir volando e intentar alcanzar esa nube que pasa.
Porque empiezas a tener motivos, o porque siempre los hay y no los habías visto, o porque a veces miramos hacia abajo y nos da vértigo mirar al abismo y nos tiembla todo por dentro al darnos cuenta hasta dónde hemos subido. Pero, no tengas miedo, no es vértigo. Es vida, abundante e intensa. Es vida que ha llenado espacios vacíos, que te cubre de emociones para que muestres esa sonrisa así, sincera, valiente, hermosa y abierta.
Y es así como sonríes a la mañana, a la vida, a las puertas abiertas, al aire renovado que refresca tu vida. Aunque sepas que no todo en ella es de color de rosa, porque has sentido en tu alma el negro de aquellos momentos de oscuridad o el gris de la decepción. Porque también has vivido el verde de la esperanza vestido de primavera, el azul del mar cuando caminabas a su lado o el rojo en la piel de aquellas noches infinitas e inolvidables.
Porque, al fin, te das cuenta que la vida es un arco iris que se despliega ante nuestros ojos cada mañana y solo está deseando que lo mires, que lo sientas.
Porque no es el tiempo el que nos cura. Somos nosotros.
Fotografía cedida por José Luis Francisco. Amanecer sobre el mar en Vilanova y la Geltrú
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