He tropezado hoy con unas cuantas palabras. Llevaba tiempo buscándolas y aun me pregunto cómo las pude perder.
Vinieron todas juntas, unidas por la belleza de lo que describen, por la maravilla de reunir en un solo vocablo tanto contenido. Fui leyéndolas cuidadosamente, una a una, a cual mas bella. Me deleité con su significado, con la delicadeza y la poesía de quien, en su día le dio forma a base de letras y emociones, pensando bien lo que significaba y lo que quería comunicar con cada una de ellas.
No las busquéis. Muchas ni siquiera están en el diccionario. Otras son viejas amigas de los que las usan a diario.
Inconmensurable. “Enorme, que por su gran magnitud no puede medirse”
Meraki: Hacer algo con amor y creatividad poniendo el alma en ello.
Limerencia: Estado mental involuntario, propio de la atracción romántica por parte de una persona hacia otra.
Ataraxia: Imperturbabilidad, serenidad.
Inmarcesible: Que no puede marchitarse
Resiliencia: Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos.
Ojalá: Denota vivo deseo de que ocurra algo.
Todas ellas y tantas otras tienen una carga emocional importante, al menos para mi. Las leo y me sugieren todo tipo de situaciones, conflictos, dilemas, emociones… Cada una es una historia en si misma y cada una eleva mi imaginación y la desborda. Realmente podría explicar lo mismo con unas cuantas palabras pero, habiendo una que lo hace tan bien, me gusta colocarla en su sitio y expresar con precisión ese sentimiento.
Pero mi preferida, quizás, es Petricor. Es el nombre que recibe el olor que produce la lluvia al caer sobre suelos secos. Según Wikipedia es El nombre que se deriva de la unión de dos palabras griegas: petros, que significa piedra, e ikhôr, palabra con la que se denomina al líquido que fluía por las venas de los dioses en la mitología griega.
Leo que lo produce una sustancia llamada geosmina que proviene de una bacteria que se llama Streptomyces coelicolor.
Pero ¿sabes?, a mi lo que me importa, es que me sugiere aquella vez que paseaba por la montaña a finales de verano. Hacia años que no me adentraba tanto en un bosque con esa frondosidad. Al rato, nos cayo una lluvia generosa encima y quedamos empapados, la tierra y nosotros. Entonces volví a percibir ese olor, el petricor. Cerré los ojos y viajé en el tiempo, hasta mi niñez. A aquellas zonas boscosas de lo que hoy es el gran Salou, Tarragona, por las que paseaba de pequeño 3 meses al año. Es uno de esos olores que penetra hasta lo más hondo de mi alma y que me trae cientos de recuerdos, sensaciones, emociones, aventuras, miedos… maravillosas percepciones que sé que conforman el lecho mas profundo de lo que soy hoy, que son la base de mi memoria y de mi recuerdo.
He tropezado hoy con unas cuantas palabras. He topado hoy con unas piezas hermosas del lenguaje y, todas ellas, me han evocado todos estos recuerdos. Porque hay quien toma unas cuantas palabras sencillas y consigue hacer esto:
Si te digo que te necesito, te miento. Pero si te digo que no te necesito, también te miento. A ver si te explico: no eres mi aire, no te necesito para respirar, pero sin ti, no siento que respiro.
Jaime Sabines
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