Me acomodo en mi asiento, mirando al frente, junto a la ventanilla que pasea junto al mar, como cada día. Me preparo para el espectáculo que me ofrece el recorrido.
Arranca el tren y ante mí, un buen rato de maravillas por disfrutar.
Y miro hacia los asientos de delante del vagón por ver cómo vamos hoy de llenos y… ahí estás tú. Solo dos filas por delante. Tu perfil mirando hacia fuera. Tu mirada serena clavada en el mar. Y siento el reflejo de las olas en tus ojos azules, el viento en tu pelo y la distancia en el parpadeo, como si el agua llegara a salpicarte. No puedo dejar de mirarte. Y tú ni te das cuenta, ni sospechas que es amor lo que emites, ni sabes tampoco que ese amor me invade y me empapa. Hay una extraña nostalgia en ti, en cómo miras hacia el mar, como buscando respuesta a algo. Hay misterio en esos pensamientos que se te llevan lejos.
El amor lo ocupaba todo. El tuyo, transparente en tu mirada. El mío, recibiéndolo todo. El de los dos, amando el mar y a quien lo ama. Uno de estos días te volveré a encontrar. Lo sé.
Debe estar conectado para enviar un comentario.