No vuela quien tiene alas,
sino quien tiene un cielo.
Elvira Sastre
Escuché hace un tiempo la historia de un profesor que, una mañana, garabateó en la pizarra vacía, una pequeña ave en el centro.
Les preguntó a los alumnos qué veían.
Las respuestas fueron muy variadas. Sugirieron todo tipo de aves. Gaviotas, golondrías, vencejos y hasta cormoranes. Otros vieron águilas, gavilanes, buitres y todo tipo de ánades.
Cuando hubieron acabado, el profesor les dijo: «En realidad, lo que he dibujado ha sido un cielo».
Cada día,
cada noche también,
siempre,
todo tiene un lugar.
Lo bello,
lo puro y lo impuro.
Lo honesto y lo deshonesto,
lo pasional y lo racional,
lo sano y lo enfermo.
Todo tiene un lugar.
Abre los ojos,
observa y elige
si solo quieres ver una parte
o si buscas ese todo.
Elige qué parte te corresponde.
Ni un trozo más.
No hay cielo,
si no miras hacia arriba.
No hay luna
si solo miras atrás.
No hay estrellas
si los ojos se te inundan de lágrimas.
No hay vacío
sin la soledad.
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