En mi piel
está lo que soy.
Te lo doy,
quédatelo.
Cuando las manos,
desnudas,
ya nada tengan,
las extenderé,
vacías, abiertas,
buscando,
para encontrarme,
limpio de todo,
loco de nuevo, al fin.
Me llevo las tardes de invierno,
los días enteros,
las noches locas,
aquellos besos.
Te dejo en préstamo
aquellas las mañanas,
todas las ilusiones,
la cercanía,
la sonrisa franca
al evocar tu recuerdo,
mis sueños.
Quédatelos,
ahora ya solo quiero silencio,
vacío,
aire nuevo.
Me llevo
el tesoro de tu mirada,
tu alegría
y el reflejo dorado
de tus cabellos.
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