Me susurró al oído
y su voz besó mi corazón.
Estaba perdida,
aquella mirada pedía,
y dentro de mi algo brotó.
Un manantial emergió
provocando emociones en cascada,
un torrente de letras,
y un mar de versos y palabras.
Cuando se fue,
creí perder la fuente.
Temí que no quedara nada.
Pero descubrí que,
constantemente,
ahí dentro,
acariciándolo todo,
sonreía siempre mi alma
y que de ella nacían,
sin parar,
versos, letras
y una infinita ternura
que no buscaba nada,
solo me acariciaba.
Descubrí que eso era lo que,
desde siempre,
yo sabía que me unía,
con una inmensa paz,
al mar,
a la tierra,
a la pálida luna,
al alba,
al atardecer
y, también, desde siempre,
a aquella mirada.
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