Al caminar

«Parecía que estaban a punto de caerse pero no: cuando ella tropezaba, la sostenía él; cuando él se bamboleaba, lo enderezaba ella. A dúo andaban, bien agarraditos el uno del otro, pegados el uno al otro en los vaivenes del mundo.»
Eduardo Galeano

Ella miraba fijamente al mar mientras se apoyaba sobre la puerta abierta del coche aparcado en el paseo marítimo. Parecía faltarle el aire ante aquella inmensidad, ante el reflejo de aquella luz que reflejaba sobre ella el agua y la sal.

Él recomponía las cosas dentro del coche, sin perderla de vista, sin alejarse.

Él volvió a acercarse y la tomo por la cintura, le arreglo un poco la ropa y la abrazó.

Con mucho cariño, manteniendo su mano en la cintura de ella, cerró el coche. Mirando a todas partes, como una madre protectora, llena la mirada de amor, sin perder un detalle, sin perderla de vista en ningún momento.

Ella, miraba al infinito mar. Su rostro expresaba profundidad y lejanía, sin dejarlo de mirar.

Hacían una buena pareja. Transmitían complicidad. No hablaban. Como si todo lo que las palabras pueden decir, se lo hubieran dicho ya. Solo quedaban los hechos. Nada mas.

Me detuve a contemplarlos. Había algo que me emocionaba en ellos. No quería que se quedara atrás, no quería perdérmelo. Tenía que saber.

Ella mantenía las manos sobre el coche, el le estiraba la camiseta, para no dejar pliegues.

Les estuve observando maravillado, hasta que arrancaron a caminar.

Lo hicieron poco a poco. Muy poco a poco. Uno junto al otro, el brazo de él acogiendo la cintura de ella. Con paso lento, muy lento, como una maquina que trabajara con la precisión del amor, adelantaban el mismo pie, al mismo tiempo, balanceaban el cuerpo, al mismo ritmo, uno junto al otro.

Hasta que, unos metros más allá, el paso de él fue un poco más rápido que el de ella y casi tropiezan. Se detuvieron y ella le hizo un gesto cariñoso de reprobación. La respuesta fue inmediata, el brazo de él la volvió a sujetar, a abrazar, a arropar.

Juntos los dos, reemprendieron la marcha, poco a poco, metro a metro, bajo el sol de mayo.

Mientras se alejaban, los contemple entre alguna lágrima de emoción. Pude apreciar cada pequeño detalle de él, su delicadeza, su ternura para con ella, su dedicación, dando amor sin pedir a cambio. Cuidaba a su amor, y parecía estar agradecido de poder seguir caminando, agradecido que fuera junto a ella.
En mi vida me había emocionado tanto la entrega de una persona hacia otra.

Desconozco qué enfermedad padece ella o las circunstancias por las que llegó a estar así. Pero si sé que, a veces, la vida nos pone a prueba, diría que nos “ofrece” la posibilidad de tomar algunas decisiones. Creo que él no tuvo problema en tomarlas. Tenía muy claro dónde y con quién quería estar. Su actitud y el amor que vi en su mirada, no me dejaron dudas.

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2 respuestas a Al caminar

  1. M. AN. dijo:

    Entrañablemente hermoso.. Ese es el verdadero amor 🙂 Abrazos d luz

    Le gusta a 1 persona

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