Peino melenas en nubes de algodón
en cielos de azul infinito
recordando aquel verano
en que tuve que morir
para preservar el momento,
el abismo a la felicidad,
para conservar,
con los ojos cerrados,
la sensación de volar
sin que hubiera donde agarrarse
o la libertad de callar
y que el mundo no se alterase.
Pinto de colores el desdén
queriendo cambiarlo por poemas,
en letras de bien coser
que alivien y calmen la pena.
Azul en la retina,
fuego en el cielo,
rojo en el corazón,
el tono no importa,
aunque sea marrón.
Aquelarre de emociones,
tormentas de pasión,
brisas y calmas profundas
y caminos de ilusión.
Esto es lo que da de sí,
una tarde junto al mar.
Llena de ti y de mi.
Sin que lo sepas,
sin que ni tu ni yo
lo podamos remediar.
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