Perdóname si te dejé de escuchar.
De repente, todas tus letras
quedaron huecas,
sin sentido, sin verdad.
Ya solo me quedaba el mar
que me repetía con paciencia,
poco a poco,
ola a ola,
que todo aquello,
no era amar.
Hoy huele otra vez a tierra mojada,
a final de verano,
a suave brisa,
a anhelo de su mano en mi mano.
Huele a ese amor que teme defraudar,
huele a muchos pasos aun por dar.
Hoy, después de mucho caminar,
el verbo sigue siendo amar.
Sin necesidad de palabras.
Mirando el mismo mar.
Ella entenderá.