Esperé.
Hasta que el cielo se incendió.
Humearon el té y el café,
hasta que la mesa se llenó de vida.
Tú y yo.
Frente a frente.
Un momento breve
y te sentí cerca, muy cerca.
Mágico y cruel a la vez.
Mágico, por la mutua caricia al alma,
consolando nuestro agitado espíritu,
desbordado de lágrimas.
Cruel, por las realidades dramáticas,
que vienen sin llamarlas,
para que aprendamos.
Y mi mano buscó la tuya
porque necesitaba sentirla
para calmar mi dolor,
porque necesitaba sentirte
para acompañar el tuyo,
más allá de la piel,
más allá del disfraz,
allí donde el alma es cielo
e infierno a la vez.
allá donde puede Ser,
sin mirar atrás.
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