Se desgrana.
Se derrama,
constantemente.
Noche y día.
Efímero.
Eterno.
Pero… espera,
a veces se siente
desesperadamente quieto,
cuando, impacientes,
le perdemos el respeto.
Y corre raudo,
maldito bastardo,
cuando estoy a merced de tus caricias,
cuando eres viento norte
y todo se olvida.
Me castiga en silencio,
curtiendo, inexorable,
mi piel y mi ser,
a su antojo,
sin tregua ni reparo,
sin ninguna pena.
Se me antoja escondido
en algún lugar secreto
cuando te espero
o cuando voy a tu encuentro.
Cuánta vanidad,
bárbara inconsciencia,
maldita quimera.
No reparé en despilfarrarte
a borbotones,
como si fueras ilimitado.
Oh tiempo,
mi tiempo,
no sabes la honda pena que siento,
cuando comprendo el derroche.

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