Según Wikipedia, un calderón es, entre otras cosas, … “un signo de prolongación en notación musical que indica un punto de reposo, alargando la duración de las figuras musicales a las que afecta. Es decir, esta prolongación suspende el pulso que se estaba ejecutando hasta ese momento y la nota, silencio o barra de compás afectada, debe mantenerse durante un tiempo mayor del que indica en la partitura…. “
Para mi, lo mejor viene después… “La cantidad exacta de tiempo que se prolonga es a discreción del intérprete o del director, …”
Tal como yo lo veo, este Calderón no me parece ningún invento de un compositor generoso que quiera dar “espacio” y libertad al intérprete. Me parece, más bien, que se trata del reflejo sutil de la sensibilidad de alguien que, sintiendo la vida primero, comprendió que hay rachas, épocas, ciclos, momentos… en los que necesitamos de ese Calderón, de esa pausa para deleitarnos de la “nota” que vivimos, del silencio, de la ausencia de ritmo, suspendidos en el tiempo y la nada. Como esos segundos, cuando te lanzas al agua, en los que ni subes ni bajas, solo vuelas en ausencia de tiempo y espacio, sin pensar en el siguiente fotograma de tu vida, solo en el salto, en el presente, en el vacío, en el vuelo… en vivir.
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