Me busqué aquel pequeño rincón,
junto al mar,
para despedir al sol.
Yo sé que el mar lo abraza al atardecer
para escucharle contar todo lo que ha visto hoy.
Me senté a esperar que desapareciera su luz,
ahogándose en ese horizonte azul.
Quería ver los colores,
desde el dorado hasta el rojo
y sentir, luego, la oscuridad invadir el silencio
para notar dentro de mi esa ola negra
inundándolo todo
para llenarme de mi,
para olvidarme de todo.
Cerré los ojos
y sentí cómo se apartaba el tiempo.
Ante mi pasaron lunas,
mares,
brisas.
Las luces de los bares,
miradas
y, de paso,
todas las soledades.
Vuelo entre nubes.
La luz de la luna empieza a asomar.
No hay camino de vuelta.
No puedes ser la sombra de nadie
si no te quieres anular.
Por fin entendí,
que se aprende mas de la soledad
que de cualquier compañía.
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