Podías ver la bondad
en el brillo de sus ojos negros.
Su sonrisa la reflejaba.
Sencilla, sin poses.
Natural, como el agua clara.
Si te sonreía era como si el mundo,
de repente, te aprobara, te aceptara.
Tu vida cobraba sentido
con su sola mirada.
Como si la brisa moviera,
por fin, las cortinas de tu alma.
¡Qué no daría yo por limpiarla
con esa mirada clara,
con esa sonrisa blanca.
Regalarte un nuevo entorno,
sin previo aviso,
eso te regalaba.
Amar.
Así, sencillamente,
sin mediar palabra.
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