Hay instantes que deberían ser eternos,
El beso del sol en nuestros cuerpos,
la caricia de la brisa en la piel,
cerrar los ojos y sentir la belleza
que ninguna imagen logra retener.
Envolverse en el sonido de las olas,
relajante, sanador.
Respirar el aroma del mar
y limpiar heridas con gotas de sal.
Mas sería absurdo intentar
atrapar el instante presente,
pues el tiempo no se detiene,
pasa inexorable e implacablemente.
Es agua que resbala entre las manos,
arena escurriéndose entre los dedos.
Así como las olas del mar,
así es el instante de ahora.
Único e irrepetible.
Siempre en movimiento,
Siempre diferente.
Con su punto de intensidad,
como la cresta de esa ola
que efímera se desvanece
para morir en la orilla,
dejando rastros de espuma y sal
dibujados en la arena,
que se diluyen y borran.
Pero su paso permanece
mezclándose y transformando
uniendo y fusionando
el antes y el ahora.
Hay instantes que golpean y rompen
como olas contra las rocas.
Hay instantes de olas serenas,
de paz y calma para el alma.
No los dejes pasar,
hay que subirse a la ola
y surfear el momento.
Hay que sentirlos,
hay que vivirlos en presente,
para después recordarlos
y guardarlos para siempre.
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