Charlando con una amiga, me ha recordado a Platero y yo. A ese yo que somos siempre y que siempre nos acompaña y nos escucha, calladamente.
He retomado ese libro, hermoso de principio a fin, para leerlo de nuevo.
La fotografía la tomé ayer, junto al paseo, sobre los edificios, por donde jugaba la luna a esconderse, sabiéndose bella y deseada, sabiendo que no la vería hasta hoy. Hasta mañana.
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