Arde mi mente adelantando el encuentro.
Ríos de imágenes me golpean.
Es tal el caudal, que me desbordan,
y hacen estallar en mi el deseo
mucho antes de que llegue el momento.
Imagino tu mirada curiosa,
recorriendo con la mirada
todos los rincones de la estancia.
Paseando, caprichosamente,
el raso de la sábana,
con las yemas de los dedos.
Tu bello rostro,
elevando ligeramente la barbilla,
abriéndote a aromas y fragancias.
Las velas,
las esencias,
los pétalos.
Tu y yo.
Mi mirada no pierde detalle,
mis manos te sienten en cada tejido,
con el tacto recorro tu piel
que, poco a poco, vas dejando ver.
La melodía en el aire,
envuelve mis sentidos,
ya bastante aturdidos
por tu sensual baile.
Primero cae la blusa,
en caprichosas ondulaciones.
Esa falda ajustada a tu cuerpo
deja paso a tus maravillosas caderas.
Las medias de rejilla,
con su costura y su liga.
No falta detalle ni coincidencia
hasta el tacón de aguja.
Y se acercan tu piel y la mía.
Arden en un mismo cuerpo,
la imaginación y el deseo.
Ninguno de los dos calla,
de lejos se escuchan los jadeos.
Tu sexo palpita en la tensión del mío.
La miel prohibida
rezuma en mis dedos
en un estallido de pasión,
muy lejano a la cordura.
Sin descanso,
el deseo cubre cada latido.
Y mañana, al amanecer,
te esperaré aquí,
entre la neblina,
soñando despierto,
hasta que, de nuevo,
estés conmigo.
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