Mi mano está siempre ahí, para dártela y caminar contigo a donde sea.
A la vuelta de la esquina o, con la subida de la marea, navegar lejos,
lejos de este mundo y su locura.
Mi mano siempre está ahí para ti, para dar la vuelta al planeta o para refugiarnos en un portal al abrigo de la tormenta.
Mi corazón siempre late para ti, para ir al polo norte o al polo sur, donde el viento nos lleve, hinchando las velas, empujando la nave entre las olas.
No hay cierre ni pestillo ni llave que nos cerque más allá de los miedos
que viven entre nuestros atardeceres.
Por eso dejo las ropas, los miedos y me dejo la piel entre las zarzas de tantas tristezas, lo dejo todo atrás y miro al frente, de tu mano, siguiendo al sol, solos, desnudos, sin nada que ocultar. Libres y sonrientes.
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